
Una
mirada prospectiva: Potencial y
riesgos del conflicto
En
el desarrollo
de la Cultura de Paz
la educación
se convierte en el motor para
potenciar una sociedad civil viva y activa, a través de la gestación de las nuevas ciudadanías, es decir, de auténticos ciudadanos y ciudadanas, preocupados y comprometidos por la justicia, por el desarrollo, la paz y una democracia participativa. Una sociedad civil con un gran potencial ético y
humano, que pueda demostrar, en la práctica y
con
coherencia, que es posible desarrollar los valores que propone (Gonzáles,
2007).
Educar para la democracia y educar para la gestión alternativa de conflictos supone, en último término, fomentar la participación ciudadana en la toma de decisiones y la escuela, como microsociedad con sus instituciones,
debe ser el lugar donde
empiecen a
ejercitarse los
futuros ciudadanos en la implicación en los asuntos de su sociedad
(Binaburo, 2007). Esta participación ha de propiciar lo que últimamente
se viene denominando “la horizontalización de la democracia”, que
exige unas personas
auténticamente ciudadanas,
bien formadas para tratar sus
propios conflictos y no delegar la solución de los mismos a las
distintas autoridades.
La conflictividad no
debe ser analizada
exclusivamente desde el punto de vista del
conocimiento reflexivo;
debe ser abordada desde posturas propositivas que, a partir del aprendizaje teórico, generen propuestas que sirvan no solo para remediar las secuelas
negativas de los conflictos, sino también para prevenir situaciones
que podrían derivar
en
enfrentamientos violentos, con víctimas no deseadas (Jordán, 2016). Se dice que la conflictividad
puede
ser
estudiada como motor de
cambio social; entonces es momento
de convertirla en ese catalizador de
cambio que promueva una evolución positiva
de nuestra sociedad y no
su destrucción definitiva.
Educar desde el conflicto: ¿Qué
es la educación para
la paz?
La educación para la paz es un fenómeno antiguo y a la vez relativamente reciente. Por
un lado, la enseñanza sobre la guerra, la violencia y, por implicación, las alternativas pacíficas, tiene una larga historia que se remonta a cientos de años. De hecho, algunos de los registros más
antiguos sobre la paz tienen sus raíces en muchas tradiciones religiosas y de sabiduría, a través de las enseñanza de Buda, Ballá’u’lláh, Jesucristo, Mahoma,
Moisés y Lao Tse,
entre otros (Harris, 2008;
Brantmeier et
al., 2010)
Por otra parte el estudio académico de la paz (y
por lo tanto la educación para la paz) comenzó en gran medida como reacción a la Primera y
Segunda Guerra Mundial, como un medio para
enseñar
la paz
más que la
guerra
(Bajaj, 2015:154). Además, la educación para
la paz, en parte, también
surgió como una respuesta a la Carta
de la Organización
de las Naciones Unidas
para
la
Educación, la Ciencia
y la Cultura
(Unesco) (1945), en la cual se dice que “Como la guerra empieza en la mente de los hombres,
es en
la mente de los hombres que deben construirse las
defensas para la paz”.
Además del desarrollo de la comprensión de la paz y los estudios sobre la paz, el campo de
la educación para la paz también ha evolucionado desde su creación. El énfasis
inicial a lo largo de los años cincuenta, por ejemplo, estaba
en
“violencia directa
(personal)”, como “asalto, tortura,
terrorismo
o guerra” (Hicks, 1988:6). Junto con las definiciones ampliadas de violencia, la educación para la paz también evolucionó a lo largo de los años sesenta y
setenta para incluir la violencia indirecta o estructural. En las
últimas cuatro décadas, el interés y la investigación centrados en la educación para la paz han crecido rápidamente1, en la medida
en
que está en proceso de desarrollar su propio “paradigma educativo” (Synott, 2005)
a nivel mundial.
Este crecimiento se evidencia en la creciente red del campo, en el apoyo a través de la
ONU y la UNESCO,
el
gran número de institutos de investigación
específicos,
el aumento de la presencia en instituciones académicas, financiadores, editores, programas internacionales y la Campaña Mundial por la Educación para la Paz. Para el
Llamamiento de la Haya por la Paz, el Instituto Internacional de Educación para la Paz
(IIPE) y
la Comisión de Educación para la Paz (PEC) incluidos dentro de la Asociación Internacional
para la Investigación de la Paz (IPRA).
En los últimos años, la UNESCO (2011: ii) ha pedido un esfuerzo conjunto mundial
para desbloquear “todo el
potencial de la educación
para que actúe como fuerza de paz”.
En 2013, el Secretario General de la ONU, Ban Ki-moon,
dedicó el Día Internacional
de la Paz a la educación para
la paz, afirmando que “la
educación es vital para fomentar
la ciudadanía global y construir sociedades pacíficas” (Ki-moon, 2013, párrafo 2).
Hoy en día, “la gente de todo el mundo está utilizando herramientas educativas para
liberarse del sufrimiento humano causado por la violencia directa y
estructural. Donde
hay
conflictos, hay educadores para la
paz” (Harris,
2013).
Ahora es posible
ubicar la educación para
la paz bajo el paraguas más
amplio del
“conocimiento de la paz” (Reardon, 1988: 38-53), que abarca también los estudios sobre la paz, la investigación de la paz y la acción de paz (Fitzduff y Jean, 2011;1).
La educación para la paz es un campo diverso de estudio y
práctica, pero a un nivel básico
puede ser pensado como una forma de aprendizaje organizado (formal o informal) que intenta enseñar acerca de la “paz; que existe, por qué no existe y
maneras de lograrlo”
(Harris y Morrison, 2013: 29).
Mediante una política
educativa,
la
planificación, la pedagogía
y
las
prácticas
educativas, la educación para
la paz proporciona los medios para
abordar los conocimientos,
las actitudes, las disposiciones, las aptitudes, los comportamientos y
los valores necesarios para explorar las causas de la violencia, la dinámica de los conflictos y las condiciones para una paz global. (Harris, 2003: 16, Schirch, 2005: 57, Bajaj, 2008:
1, Salomón y Cairns,
2010: 5). La educación para la paz, por lo tanto, constituye un
componente importante de la consolidación de la paz, incluidos los vínculos con los
conflictos, el desarrollo internacional, la verdad y la reconciliación, la enseñanza sobre
el extremismo, el
terrorismo, las respuestas humanitarias, la transformación
de
conflictos y la reconstrucción postconflicto. En resumen, la
educación para la paz puede definirse ampliamente como piedra angular de una cultura de paz (Wessells, 1994: 43,
Reardon, 2000, 414).
Conceptos básicos.-
Esencialmente, la educación para
la paz alienta a los estudiantes a trabajar hacia la “paz por medios pacíficos”. Las ideas de violencia directa
estructural-cultural son contrarrestadas por la “paz positiva directa” (bondad física y verbal, resumiendo: el
amor), “paz estructural positiva” (diálogo, integración, solidaridad y participación) y
“paz cultural positiva” (legitimación de la paz, cultura positiva de la paz) (Galtung,
1969: 302, 1996, 32). A través de la literatura, la mayoría está de acuerdo en que un
concepto integral y holístico de la paz (y por lo tanto la educación para la paz) se basa
en
una visión que abraca la educación para la paz positiva y negativa. Basándose en
esto, el método “Trascender” de Galtung (2002: 8) asume la paz como “la capacidad de
manejar los conflictos con la creatividad,
la no violencia y la empatía”.
Otro concepto básico de la educación para la paz es explorar la naturaleza y
la dinámica del conflicto. Lyn Davies (2005: 637)
señala que “paradójicamente, la educación para
la paz proviene de la exposición al conflicto, aprendiendo de las personas que
no están de acuerdo contigo en lugar de
las que están de acuerdo”. La educación para la paz puede,
por lo tanto, ayudar
a los estudiantes a considerar
la manera de reducir el uso de la
violencia en los conflictos. Comprender
las diferencias entre conflicto destructivo y constructivo (Deutsch,
1973: 8) y conflicto negativo o positivo ayuda a los estudiantes a explorar
maneras de manejarlos,
resolverlos o transformarlos (Lederach, 1997).
Una de las últimas tendencias en educación para la paz es un argumento para la educación crítica para la paz, presente en la obra
de Bajaj (2008), Brantmeier (2010) y
Duckworth (2012), entre otros. Mientras que la mayoría
de los programas de educación
para la paz cubren la violencia, la paz y los conflictos, la educación crítica para la paz, agrega un enfoque adicional sobre el poder. También, a
partir
de las críticas post-
estructurales y postcoloniales del campo que es normativo y descontextualizado (Hantzopolous,
2016:181), destaca
la importancia de que los investigadores, actores locales e institutos colaboren para desarrollar un programa determinado, una pedagogía
y unas relaciones específicas en los espacios educativos mediante la investigación activista, la educación y la acción
hacia procesos de cambio social.
Enfoque holístico
sobre violencia,
paz
y conflicto
|
Violencia
Directa
|
Violencia
Estructural
|
Violencia
Sociocultural
/ Psicológica
|
Violencia
Ecológica
|
Violencia de
guerra cibernética
|
Paz
|
Paz Negativa
|
Paz positiva
(Económica
/política)
|
Paz positiva
Ecológica cultural
|
Paz positiva Paz
con la naturaleza
|
Paz cibernética
|
Conflicto
|
Comportamiento
|
Contradicciones
|
Actitudes
|
Actitudes y
comportamientos
|
Comportamiento:
Conflicto, cibernético. Tal vez usando la
tecnología como
plataforma
|
Fuente: Phill Gittins
Elaboración: Propia
La educación para
la paz también
debe considerar las dimensiones temporales (Haavelsrud, 2008); permitiendo a los estudiantes analizar y
tratar el pasado y
el presente, así como el futuro. Ser orientado hacia el futuro como mencionan (Boulding,
1988;
Rardon 1988) ofrece a los estudiantes la oportunidad de
prever, imaginar y
planificar “futuros probables
y posibles”, considerando “¿a dónde queremos llegar?” y
“¿cómo lo
conseguiremos?”.
Se considera
que el enfoque holístico de la educación para la paz, que se ha expuesto
anteriormente, incorpora algunos de
los factores decisivos necesarios para
impulsarnos hacia el desarrollo humano y el establecimiento
de
una
cultura de paz
(Galtung,
1998:16). Claramente, cada programa de
educación para la
paz no puede
abordar todos estos. El contenido idealmente
debe ser “cuidadosamente elegido” para responder
a las realidades de cada contexto, condición
que no siempre ocurre.
Retos para el futuro.-
1. La educación
para
la paz y su evaluación
2. Educación
contextual de
la paz
3. La división
teórico –
práctica
4. Acceso a la
educación para la paz
El
contexto boliviano,
dinámica de la conflictividad.-
El caso de Bolivia es un buen complemento para la discusión sobre la
paz, en general, y la educación para
la paz en particular.. Bolivia sigue siendo uno de los países más
desiguales y pobres del continente latinoamericano (Banco Mundial, 2009). Desde la
época
colonial hasta nuestros días, ha
sufrido una larga historia
de conflictos. En los últimos años ha registrado el nivel más alto de conflictos sociales y violencia intrafamiliar (UNIR,
2013).
Alentadoramente, para Bolivia, sin embargo, abordar los conflictos y la violencia y la búsqueda de la paz en todo el país, parecen estar en la planificación de la nueva agenda
del
gobierno. Naturalmente, este nuevo impulso hacia
la paz se refleja en las recientes
reformas del gobierno. La
nueva Constitución Política del Estado, por ejemplo, afirma que
“Bolivia es un Estado pacifista, promoviendo una cultura de paz y el derecho a la
paz” (CPE, Art. 10). Por inferencia, hay varios aspectos relacionados con la paz que Bolivia apoya. Por ejemplo, el Estado boliviano parece apoyar el lenguaje
de los derechos humanos
en general y reconoce la importancia de la justicia de género y la igualdad de género en
particular2.
Aunque en los últimos años se han logrado algunos avances en relación con el discurso de paz, existe una brecha entre la retórica y la realidad. La acumulación de evidencias
de investigación muestra que hay una notable ausencia de una cultura de paz en Bolivia
a pesar de ser una
necesidad urgente (UNIR, 2010: 5, 132). Una de las formas en que Bolivia ha
estado tratando de responder a este desafío, es a
través de
la educación, que
cada vez más se sitúa como una de las principales vías para la paz y el desarrolla en el país.
Sin embargo, recientemente se ha hablado mucho de la paz y la educación en Bolivia y la importancia
de ambas es reconocida en diversas documentaciones gubernamentales y
políticas. El artículo 3.12, por ejemplo,
ilumina la relación entre paz, educación y cultura de paz, subrayando la necesidad de “promover la convivencia pacífica y la erradicación de todas las formas de violencia en la educación, para el desarrollo de una sociedad basada en una cultura de paz”, con respecto a los derechos individuales y
colectivos
para todos.
En este contexto es necesario preguntarse por qué la educación para la paz y
los programas conexos no están ampliamente integrados en las escuelas y
universidades si bien
el discurso insinúa la superposición e interconexión entre la educación y la paz, una
cosa que parece no haber hecho es presionar para difundir políticas y prácticas sobre el terreno. En general, hay
una falta y necesidad de educación para la paz en el país.
Por esta
razón los jóvenes de Bolivia carecen de oportunidades
para
aprender sobre las
causas de la violencia y
las estrategias para la paz. La escasez de programas de
educación para
la paz en Bolivia podría ser explicada por el hecho de que el país carece
de educadores suficientes, recursos y herramientas capacitados para la paz que puedan ser
usados en su contexto
para enseñar
sobre
la paz.
Entendimiento
de la paz en Bolivia.-
Investigaciones de la Fundación UNIR, proporcionan información útil sobre como los bolivianos representan, sienten y viven la violencia, la paz, una cultura de paz y
la educación para la paz3,
también cubre los conflictos y sus costos directos e indirectos.
La violencia representa la principal causa de muerte en las mujeres, superando el cáncer y los accidentes
automovilísticos.
Una
mujer
es agredida
sexualmente
cada
15
segundos. En Bolivia, una mujer es asesinada cada tres días y es víctima de algún tipo de violencia cada 7 (UNIR, 2010: 73). Esto, por
mucho que sea, explica por qué Bolivia se
sitúa entre los niveles más
altos
de violencia contra la
mujer en América Latina.
Con
respecto a la violencia
contra niños y jóvenes, el 23% de los niños
sufren algún
tipo de agresión sexual en todo el mundo. En Bolivia, el número es más alto, alrededor del
40% 1 de cada 3 niños sufre alguna forma de agresión sexual, 75% de ellos ocurren en
el
hogar. Además de la violencia en el hogar,
estudios en otros lugares muestran que
la violencia parece inculcada en el
sistema educativo boliviano.
• 7 de cada 10
niños y niñas son víctimas psicológicas en
sus hogares
o escuelas.
• El 50% de
los estudiantes
de las escuelas han
sido víctimas, perpetradores o
espectadores
de violencia.
• 59% de los estudiantes sufren
agresiones
verbales frecuentes, entre 5 y 10 veces
al año.
• 1 de cada 10
estudiantes es
víctima de amenazas
o coerción al
menos
2 veces por semana,
tanto en zonas rurales como
urbanas.
• 3 de cada 10
estudiantes son víctimas de
exclusión y marginación.
• 3 de cada 10
estudiantes afirman que
a veces su maestra gritaba o las
golpeaba.
• El
30% de todos los estudiantes
son golpeados por sus padres y 1 de cada 10 por sus hermanos y hermanas.
La violencia en la educación no es exclusiva
de Bolivia, de hecho, una revisión sintética
de la evidencia empírica demuestra que la violencia en la “educación formal de masas –
escolaridad” es “común, sistemática y extendida internacionalmente” (Harber,
2004: 1).
Con esos datos, la violencia
parece
ser
dominante en Bolivia, impregnando las
identidades culturales, la economía y
la política. Esto explica en parte por qué es típicamente considerada como algo natural; una construcción social que se aprende
de generación en generación e inherente a la sociedad boliviana. El mismo estudio de la UNIR (2013: 321-322) también encontró que los principales factores que impulsan la
violencia en Bolivia son la pobreza, el poder político y cultural, la discriminación, la
violencia de género y la violencia dentro de la familia, la inseguridad y tomar justicia
por sus propias manos.
Además de
la violencia, los ciclos de
conflicto en curso han sido durante mucho
tiempo
una preocupación para Bolivia4. En un análisis resumido, Lopes Cardozo (2011: 73-76) detalla
cinco razones principales
para el conflicto en el
país:
1) Altos
niveles de pobreza y desigualdad de oportunidades;
2) Discriminación y exclusión;
3) Una
lucha regional vinculada al
uso de discursos separatistas y políticas de identidad;
4) Una grave desconfianza en el
funcionamiento del
Estado
(instituciones) y entre
los grupos de la sociedad;
5) Enfrentamientos recurrentes entre el Estado y los movimientos sociales,
que a veces convierten los métodos
populares de presión en
encuentros violentos.
Bolivia y el Índice de Paz Global
De acuerdo a datos del Instituto para la Economía y la Paz (Institute for Economics and Peace), en su informe correspondiente al año 2016 sobre Índice de Paz Global, señala
que Bolivia se encuentra en el
puesto 81 del ranking de paz mundial, de 163 países.
Bolivia: Índice de Paz Global
FECHA
|
ÍNDICE DE PAZ GLOBAL
|
RANKING PAZ GLOBAL
|
2016
|
2,038
|
81º
|
2015
|
2,025
|
90º
|
2014
|
1,969
|
70º
|
2013
|
2,062
|
86º
|
2012
|
2,056
|
85º
|
2011
|
2,005
|
73º
|
2010
|
2,038
|
82º
|
2009
|
2,041
|
82º
|
2008
|
1,957
|
75º
|
|
|
|
Fuente: Índice de Paz global
Elaboración: Propia
Bolivia pervive con una situación de conflictividad social latente entre
Estado y Sociedad. No solo ello, sino que muchas veces pone en jaque a sus instituciones y
a la democracia.
En este escenario de conflictividad los movimientos sociales se apartan del
cumplimiento de la Ley y apelan al escenario del bloqueo de las carreteras, el bloqueo de calles y las huelgas generales, que constituyen en serias amenazas al libre tránsito y
la seguridad ciudadana.
La
necesidad de construcción de
procesos más profundos de democracia debe garantizar cada vez más paz. Para
alcanzar esta situación se debe empezar por acortar las brechas sociales de pobreza y desigualdad y producir el mayor desarrollo institucional en un marco de
proceso democrático. El Estado boliviano tiene
la asignatura pendiente
por construir un andamiaje institucional que le permita
alcanzar
la cuestión del contrato
social de tal manera que se garantice una situación de paz que garantice la libertad de
los ciudadanos.
Cultura
de
paz: actitudes y propuestas para
la sociedad
INICIATIVAS SUGERIDAS
1) Se
requiere que los Sistemas de
Alerta Temprana evolucionen de sistemas
unidimensionales (centrados en la descripción, el análisis y el seguimiento) a Sistemas
de Segunda Generación 2.0., es decir, inteligentes, especializados, proyectivos, pero
sobre todo, que aporten con claves resolutivas a partir de la (meta) sistematización de los casos y la retroalimentación permanente.
2) Se debe incorporar protocolos institucionales, donde esté consignada la ruta crítica
que debe seguir la gestión del conflicto, básicamente: exploración, categorización,
implicación y
evaluación, de tal manera que logren racionalidad—es deseable obtener más y
mayores bienes, y no menos—, eficiencia—lograr mayores rendimientos o, si se prefiere, más sobre lo que se valora, por menos insumos— y economía—optimizar el gasto de
escasos recursos para conseguir rendimientos crecientes— de los recursos y
acciones emprendidas, tanto intercampo como intracampo en el abordaje de un tipo
de conflictos.
3) Contar con clínica y laboratorios de resolución
de conflictos que complementen y refuercen las acciones de
afrontamiento realizadas por las autoridades, así como de los mediadores involucrados en
la gestión
de conflictos emblemáticos o prolongados.
4) Recuperar y
sistematizar los Modos Idiosincráticos de Resolución de Conflictos (MIRC), es decir, la pragmática que los bolivianos poseen para resolver los conflictos
en clave
y
contexto
nacionales,
que podrían
adicionalmente
agregar
valor a los manuales.
5) En lo referido a la educación-capacitación, se requiere formación especializada y previamente enfocada, de tal manera que los cursos respondan a un proceso de diseño a demanda (urgencias y exigencias) y a una apropiación como ampliación (incorporar valor agregado)
de modelos enfocados en dar salidas a situaciones de estancamiento crítico o punto muerto: modelo de “estancamiento perjudicial”, “catástrofe
mutua inminente”, “atrapamiento” y
“oportunidad tentadora”, para de esta forma sustentar una intervención estratégica: el diseño de su plan maestro más su forma operacional.
Proyectos que den prioridad a la educación contínua en cultura de paz y gestión de
conflictos en escuela, la
calle y la universidad.
6) En cuanto a investigación se
requiere desarrollar estudios tipo survey, que sirvan puntualmente a responder operativamente
a la toxicidad de los conflictos, las
salidas del “punto muerto”, los encuadres de afrontamiento, la crisis como método de resolución y la altimetría de la solución.
Bolivia y
el
desafío de educar desde el conflicto, significa asumir el compromiso
personal e institucional para educar en la paz y la gestión de los conflictos como prioridad. Desarrollar las competencias según modelos pedagógicos y
prácticas contextualizadas y sostenibles en el tiempo, que ayuden a transformar realidades violentas en realidades de
encuentro, respeto a la pluralidad de
ideas, confiabilidad y
dialogo marcado por la ética.
Para la comunicación y
el acuerdo existen varios puntos de partida y
de llegada, uno de esos
es el conflicto, ya que desde su potencial constructivo
o destructivo, podemos
generar
un
pensamiento crítico
y actitudes que
activen herramientas que se han
aprendido como la
asertividad, empatía, escucha activa, reconocimiento, de ahí que la
educación sea fuerza y
esencia para sostener actitudes para entendimiento y acuerdo. La gestión de conflictos y la mediación son ya ahora conocimientos transversales imprescindibles para comprender la complejidad de la sociedad y para ayudarla a
transitar por los puentes del
encuentro y la paz.
Educación para la cultura
de paz